
En momentos de absoluta tranquilidad el silencio se encarga de traer viejos recuerdos. Memorias que yacen en el disco duro de nuestra memoria. Cerrar los ojos y ver nada, absolutamente nada, nada… que se va disolviendo poco a poco para formar un algo. Un símbolo, un retrato, una mujer, una voz que sin duda ya no existe ni existirá, su existencia se disolvió como la de un recuerdo. Quizás los recuerdos están allí incrustados en ese todo y nada que es la mente, tal vez sea la dualidad entre los dioses y los demonios que engendramos por simple casualidad.
¡Que sería del hombre sin recuerdos! Seriamos más felices, sí es que existiera la felicidad es ese mundo. Seriamos cuerpos ambulantes con dolores y felicidades efímeras. Pero que vil pensamiento seria olvidar los recuerdos, es como olvidarnos que existimos ahora. Pero que egoísmo es tratar de olvidar los recuerdos, cuando ese día o esa noche vibramos sin parar y escalamos al éxtasis en menos de un parpadeo. Que injusto olvidar un recuerdo y desconocer aquel justo hombre que dio su esfuerzo para que nosotros podamos tener un día más de vida.
Desafortunadamente, el hombre tiende a desconocer su propio destino y su ser, yo he aprendido una lección hoy, los recuerdos estos allí deambulando por el cosmos ellos son buenos o malos, y trata de olvidarlos es negar nuestra existencia. Al fin al cabo la vida es simplemente un recuerdo pasajero que a veces es tatuado y otras solo por encimita.